Y suspiró, con aquella fuerza que hizo a su corazón descansar de las penas,
Algo se quedó en su pecho, una pena que no se quiso ir,
Y las lágrimas no se dejaron ver en sus ojos,
Y guardó en su ser, un penitencia que lo marcó para siempre.
E inició un incansable viaje entre sus sueños,
Y se dijo a si mismo el amor no existe,
Y su mundo se tornó oscuro y frío,
Y en su alma se fue la calidez de la esperanza.
Se encontró sólo y sin anhelos,
No volvió a creer en las ilusiones,
Y se dejó morir poco a poco,
Otorgando lo único que le quedaba,
Entregó su pureza a la soledad.
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